Como es sabido, la leche materna constituye el mejor alimento que puede recibir un recién nacido, pues no sólo satisface por completo sus necesidades nutricionales, sino que también le proporciona los anticuerpos necesarios para combatir infecciones durante sus primeros meses de vida. Pero este no es el único beneficio de la lactancia: cuando una mujer amamanta a su bebé, comparte con él un momento muy íntimo en el que intercambian miradas, gestos y caricias. Esta interacción es muy importante para que se establezca el vínculo de apego entre ella y su hijo, y pocas cosas resultan tan desalentadoras para una madre que comienza a dar pecho como sentir dolor mientras lo hace.

Aunque las molestias al amamantar pueden deberse a varios factores, la causa más común es la formación de grietas en los pezones. Estas dolorosas heridas pueden comprometer la continuidad de la lactancia y el bienestar de la madre durante una experiencia que debería ser relajante y placentera, tanto para ella como para su bebé; de hecho, las molestias al momento de dar pecho son la principal razón por la que muchas mujeres deciden suspender la lactancia de manera anticipada. Esto no sólo es perjudicial para el desarrollo y la nutrición del recién nacido; también afecta el ánimo de la madre, que suele sentirse insatisfecha con la experiencia y percibir la situación como un fracaso.

Ahora bien, no todas las mujeres que sufren de dolor en los pezones renuncian a dar pecho a su hijo o hija; en realidad, muchas deciden continuar con la lactancia a pesar de las molestias. Sin embargo, esto resulta contraproducente; al tratarse de una experiencia dolorosa que debe repetirse frecuentemente a lo largo del día y de la noche, el acto de alimentar a su bebé puede convertirse en motivo de angustia. De hecho, un estudio encontró que las mujeres con dolor en los pezones experimentan altos niveles de estrés y, si ese dolor se vuelve crónico, sufren ansiedad, depresión, enojo, trastornos del sueño, pérdida de la confianza y disminución de la autoestima. Afortunadamente, el mismo estudio demostró que las mujeres recuperan su bienestar emocional una vez que el dolor desaparece; por esta razón, en este artículo explicamos por qué se pueden formar grietas en los pezones y qué hacer en caso de que se presenten.

 

Mujer amamantando bebé

 

¿Por qué aparecen grietas en los pezones? ¿Es posible prevenirlas?

Si bien es normal que las mujeres experimenten una ligera molestia al inicio de la sesión de lactancia, ya que en los primeros momentos el bebé tiene que crear un vacío entre su boca y el pecho, amamantar no debe ser doloroso. La inflamación y la posterior aparición de grietas son resultado de la fricción y el roce continuo de la lengua y las encías del bebé sobre los pezones de su madre, y esto suele deberse a una mala posición que no permite al recién nacido acoplarse al pecho adecuadamente. No obstante, si el bebé está bien colocado y aun así tiene dificultades para mamar de manera eficaz, es probable que esto se deba a que presenta anquiloglosia, es decir, un pequeño defecto fisiológico que consiste en un frenillo lingual demasiado corto; esta condición provoca que la lengua del bebé permanezca anclada a la parte inferior de su boca, lo cual impide que realice los movimientos necesarios para lograr la correcta transferencia de leche y que lastime el pecho de su madre al succionar. En cualquier caso, puesto que se trata de un problema mecánico, no es posible prevenir la aparición de las grietas ni es necesario hacer nada para preparar los pezones, como aplicar pomadas o cremas, en los meses previos al parto.

 

Entonces, ¿qué se puede hacer si los pezones están lastimados?

La mejor manera de sanar las lesiones y evitar que se formen más grietas es corregir el origen del problema. El primer paso es asegurarse de que el bebé se acople correctamente. Si la posición es adecuada, el pezón reposa contra el paladar blando, en la parte posterior de su boca; en caso contrario, queda atrapado entre su lengua y el paladar duro, lo cual provoca dolor. Antes de ofrecerle el pecho al bebé, es importante asegurarse de que abre bien la boca, como si bostezara; su lengua debe estar extendida, de manera que cubra sus encías, y su labio inferior no debe estar doblado, sino vuelto hacia afuera. Si está bien acoplado, será capaz de comprimir el tejido del pecho mientras el pezón está dentro de su boca y su lengua descansará sobre la areola.

Por lo general, el dolor desaparece una vez que se corrigen la posición y el acople, y las grietas sanan por sí solas en unos cuantos días. En caso de que el dolor persista, es importante consultar a una asesora de lactancia para que evalúe la técnica de la madre y, si ésta es deficiente, le ayude a mejorarla. Ahora bien, si la succión defectuosa se debe a que el bebé presenta anquiloglosia –lo cual se puede identificar si su lengua parece tener forma de corazón y no asoma más allá del labio inferior cuando llora–, es necesario acudir al médico para que se le practique una frenotomía; este sencillo procedimiento permite liberar el frenillo lingual y se puede realizar de manera ambulatoria.

 

¿Cómo se pueden aliviar el dolor y las molestias si los pezones están lastimados?

Es conveniente reconocer las señales que da el recién nacido cuando comienza a tener hambre y no esperar hasta que llore para darle pecho, pues un bebé hambriento suele mamar con más intensidad, y esto podría causar más molestias. Lo mejor es iniciar la sesión de lactancia con el seno menos lastimado, y puesto que la primera succión es la más dolorosa, aplicar un poco de hielo sobre el pezón puede ayudar a insensibilizar un poco la zona. También es buena idea que la madre pruebe distintas posiciones para amamantar; la postura de crianza biológica suele ser muy efectiva en estos casos, aunque está bien experimentar hasta encontrar la que resulte más cómoda. Es muy importante que no se suspenda la lactancia cuando se produzcan grietas; si ésta resulta muy dolorosa, es necesario extraer la leche del pecho lastimado para mantener la producción y reducir el riesgo de mastitis. Si se requiere, es posible tomar algún analgésico o antinflamatorio; el ibuprofeno el acetaminofén son compatibles con la lactancia y pueden utilizarse con seguridad.

Después de amamantar, se puede sumergir los pezones en un recipiente que contenga solución salina –media cucharadita de sal disuelta en una taza de agua tibia– durante no más de un minuto, ya que hidratar la piel en exceso puede provocar más grietas y retrasar la curación. No se recomienda untar los pezones con leche recién extraída, pues esto podría agravar el problema en caso de que haya micosis o infección bacteriana; de igual modo, se deben evitar las pomadas y ungüentos de lanolina. Durante el baño, no es necesario lavar los pechos con jabón; las secreciones de las glándulas de Montgomery –unas pequeñas bolitas que se encuentran en la areola– son suficientes para mantener los pezones hidratados y protegidos; es recomendable permitir que se sequen al aire para evitar la fricción de la toalla, así como utilizar sujetadores hechos con un material suave y que no estén demasiado apretados.

Si los pezones siguen inflamados y el dolor persiste una vez que se han corregido la posición y el acople del bebé, o si hay enrojecimiento, abultamiento, supuración o fiebre, es muy probable que se trate de candidiasis o de una infección bacteriana; en ese caso, es importante consultar al médico, para que determine si es necesario administrar antimicóticos o antibióticos orales.

 

Fuentes: NHS, KellyMom, La Leche League, iNatal, Alba Lactancia Materna